El asteroide lloroso by Leinster Murray

El asteroide lloroso by Leinster Murray

autor:Leinster, Murray [Leinster, Murray]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ciencia Ficción
editor: Cenit
publicado: 1961-01-01T00:00:00+00:00


VII

«ESCUCHÓ la llamada de una trompeta y se puso en pie, abrochándose el equipo familiar. Había otras figuras a su alrededor, en aquel dormitorio, similarmente equipadas. Se lanzaron corriendo a la puerta y se encontró a sí mismo, en una línea de figuras que trotaban abriendo la puerta y corrían a lo largo de un corredor de alto techo. Marcharon pero como hábito, no independientemente. Había otras filas de hombres en movimiento. Algunos corrían en su misma dirección. Los rostros que vio eran duros, amargos, rencorosos. Algunos se perdieron de vista al tomar por corredores laterales. Subió una rampa, con el batir de innumerables pies atronando en sus oídos. De repente, vio menos hombres ante él. Alguno de ellos había torcido a la derecha, atravesando cierto umbral. Otros más desaparecieron igualmente. Ahora era el primero de su fila. Entró por una puerta y vio allí un objeto rechoncho y amenazador. Levantó un costado y se sentó dentro. Se puso un casco y vio el espacio vacío con millones de estrellas reluciendo en la remota lejanía. No era Burke. Era otra persona que resultaba ser el artillero del arma sobre la que cabalgaba. La operación podía ser tal vez un ejercicio de adiestramiento, o quizá una verdadera acción de guerra.

»Una voz se oyó dentro de su casco. Las palabras eran profundamente extrañas, pero las comprendió. Comprobó la holgura de la palanca de mandos en su maniobra normal. Habló luego con tono crispado y militar diciendo algo así como que estaba preparado para la acción.

»De nuevo aguardó, sus ojos examinaban el vacío visto a través del interior del casco. Una estrella parpadeó. Asió la palanca y la centró, emitiendo una serie de breves y duras palabras. La voz de su casco dijo: «¡Fuego!». Dio un tirón de la palanca y todo el espacio se vio varios segundos emborronado por una flamígera luz. Luego aquella luz comenzó a desvanecerse y alejarse, alejarse, alejarse y allá entre las estrellas algo ardió terriblemente, vertiendo fuego. Y estalló.

»No obstante, siguió esperando. Escrutaba las estrellas, porque el enemigo podía tener algún modo de detectar el ataque mediante instrumentos y sólo el abierto parpadeo luminoso entre una miríada de motitas de luz podía revelar la presencia de una espacionave enemiga.

»Largo tiempo después la voz de su casco tornó a oírse y él se relajó, quitándoselo de la cabeza. Asintió mirando a los demás miembros de su batería. Luego volvió a sonar una trompeta y con cierto desaire desmontó del asiento de su artefacto recién disparado y tanto él como sus compañeros esperaron, mientras largas filas de hombres pasaban estólidamente ante el umbral. Al poco estuvieron regresando a los dormitorios. Nadie parecía bien alimentado. Junto con su fila marchaba de una manera cansina, aburrida, pero disciplinada. Oyó decir a alguien que había sido una operación de ojeo por parte del enemigo, probando algún nuevo mecanismo creado para acercarse a la fortaleza. Ocho armas habían disparado al mismo tiempo, la suya era una de ellas. Cualquiera que fuese el nuevo ingenio del enemigo, no había tenido éxito.



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